sábado, 20 de febrero de 2016

Al ritmo del son

“El son es lo más sublime para el alma. Para mí el son es todo. Para mí el son es la vida misma. Para el hombre y para la mujer. Para todo el mundo. Yo conocí a mi esposa en una conga, mi vida ha sido una arrolladera de la música y bailadera y arrolladera y todo eso. En Victoria de la Tuna fui y la conocí. Hoy es mi esposa hace 30 años. Tremenda conguera… la conga significa para mi muchas cosas, sobre todo alegría, es lo que se ve aquí en Santiago, la gente pobre nos divertíamos mucho con la conga, antiguamente no podíamos ir a una sociedad a bailar y la gente pobre tenía que salir a divertirse. Santiago es mi ciudad, aquí nací, aquí crecí y pienso morirme aquí, porque tengo aquí mis buenos hermanos… Como el título de mi disco”

IBRAHIM FERRER PLANAS 1927-2005

Cuando Ibrahim Ferrer Planas vio editado su primer disco solista hacía 50 años que trabajaba como músico, su nombre había recorrido el mundo de la mano de Wim Wenders con la película que le contaba al resto del planeta que era Buena Vista Social Club y los discos junto con sus compañeros de esta agrupación habían ganado un Grammys.


A los 72 años el adorable Ibrahím viajó a San Luis, un municipio dentro de Santiago de Cuba, el pueblo donde nació, al igual que la mayoría de sus antepasados, y le pidió al sastre del pueblo que le confecciones un traje a medida para salir de gira a presentar su nuevo material. El disco se llamó “Buenos Hermanos” y, como no podía ser de otra manera, cada canción tenía en sus notas el espíritu de su mágico lugar natal. Si bien el cantante hacía rato que era una celebridad en Cuba, y ya estaba convertido en una figura reconocida internacionalmente, a nadie le sorprendió verlo tomarse un traguito con sus vecinos de la infancia, o bailando con las vecinas en las veredas como en la época en las que lustraba zapatos, trabajaba de albañil o vendía periódicos, porque era lo que hacía cada vez que la vida nómade de artista le permitía volver.


Ibrahím, que nació en un salón de baile en 1927 y vio la revolución con sus propios ojos, quedó huérfano de padre y madre a los 12 años, luego de haber sobrevivido a una epidemia de tuétanos que casi deja a la isla sin su prócer del son. El cantante pudo doblarle el pulso a la pobreza, y logró sobrevivir en las calles ganándose el pan,  pero le costó un poco más con la crueldad del ego ajeno. Durante muchos años su nombre no salió escrito en los créditos, y tampoco su paga estaba a la altura de su talento, entonces un día cansado dio por finalizada su etapa de escenarios y se retiró, fiel a su estilo, sin hacer demasiado anuncio.

En 1992 el guitarrista Juan de Marco llegó a la pensión donde Ibrahim había decidido transcurrir los días de su jubilación con una propuesta, que no estaba en los planes, y que cambiaría esta historia para siempre: El programa Buena Vista Social Club lo necesitaba para grabar 10 de los 12 temas del disco que produciría el mismísimo Ry Cooder junto a otros fundamentales del son, la guajira y el bolero como Omara Portuondo, Rubén González, Compay Segundo o Eliades Ochoa. Y así como si nada, con más de 6 décadas a cuestas, el reloj de Ibrahim Ferrer, increíblemente, volvió a cero…



La primera canción de “Buenos Hermanos”, dedicada a su adorado San Luis, se llama “Oye el consejo” y dice en su letra “No hay música más linda en el mundo, que la música cubana”, casi como el cierre angelado de la revancha que el destino decidió que esta vida de mil vidas debía tener para que el son cubano no se quede desnudo.

Hoy el incansable Ibrahím Ferrer cumpliría 89 años y seguro lo hubiese festejado en su barrio de Santiago de Cuba, a donde todos cantan, a donde todos bailan, a donde todos son Buenos Hermanos…



No hay comentarios:

Publicar un comentario